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Imaginad un vetusto escenario, sobre su suelo de madera está parado, en una exagerada pose, un actor. Viste ropajes antiguos, descoloridos y en su rostro destacan varias capas de maquillaje. Una gran peluca redondea la imagen.

De pronto, aparece en escena David Mamet. Dramaturgo, guionista y director de cine y con una potente e imaginaria manguera apunta al intérprete. Sus claras y concisas palabras son el agua que despoja al actor del disfraz y hace que los churretes de pintura blanca caigan por su cara, dejando a la vista de todos su verdadero rostro.

Y es que de esto trata este texto teórico, de cómo el actor, si realmente quiere llegar a interpretar un personaje y un texto, debe librarse de todo ese lastre que durante muchos años ha definido su profesión: métodos obsoletos, en especial el Stanislavski, pensamientos equivocados y formas de aproximación al texto erróneas.

Desprovisto de elitismo y poses culturetas, Mamet hace un ameno recorrido por todos los porqués, los síes y los noes de esta tan complicada profesión, desmontando de paso algunas reglas que hasta ahora parecían intocables.

Durante veintinueve capítulos no dejará títere con cabeza, y todo ello para facilitar la aceptación por parte del actor de su propia labor, y que comienza porque ésta no debe ser una labor repleta de tics, amaneramientos e histrionismos. Es un trabajo donde se ha de mostrar la verdad, más desnuda que nunca, sin ningún tipo de artificios.

Verdadero y falso apela al actor de una forma tan sincera como irreverente arremetiendo contra las vacas sagradas de la interpretación, especialmente contra los valedores del Método Stanislavski y los agentes del negocio teatral para proponer al lector nuevas formas de valorar y acercarse a un personaje, de trabajar con el texto, de aprovechar los ensayos y las audiciones y de sobrevivir, con la máxima cordura, en el negocio de la interpretación conservando y protegiendo tanto la dignidad personal como el compromiso actoral.