CÁNDIDO
VOLTAIRE
Seríamos menos sabios sin Cándido. Reiríamos menos sin Cándido. Lloraríamos menos sin Cándido. Pero seríamos aun más cándidos sin Cándido, y eso convertiría «el mejor de los mundos posibles» en un lugar todavía más injusto, inhabitable y cínico.
«Si este es el mejor de los mundos posibles, ¿cómo serán los otros?.»
Cándido creía en todo lo que le decía su tutor, hasta que intentó comprobarlo: se puso a buscar novia y acabó en la guerra; fio en la caridad de los cristianos y casi le matan de hambre; sobrevivió a un naufragio para poder disfrutar de un terremoto; fue azotado, robado, escarnecido
en fin, nada extraño, si, como le habían advertido,
«Todo va lo mejor posible: los males particulares forman el bien general.»
Muchos hemos sido cándidos sin saberlo. Muchos seguimos creyendo que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Aunque cada vez tengamos menos razones para pensarlo. Voltaire dispara en Cándido contra el orden establecido, el fanatismo religioso y la codicia con una furia alegre y tierna, sublevada, venenosa y sutil:
«El optimismo es la manía de sostener que todo va bien cuando todo va mal.»
Lo escribió en 1759 pero deberíamos leerlo ahora. Al fin y al cabo, el mundo sigue siendo «algo bien loco y bien abominable». Y la mejor manera de entenderlo es con este cuento filosófico divertidísimo, terrible, clásico y, por tanto, moderno.