CHICAS BONITAS ESNIFANDO PURPURINA.
PENA, ANA ELENA
Ana Elena Pena vuelve con fuerza a la escena literaria. Su voz poética, ajena a las modas, siempre encuentra la manera de llevar de la mano al lector por los entresijos de las relaciones personales, por sus miserias y sus instantes más dulces, con una facilidad pasmosa.
Este libro huele a esmalte de uñas, a cartas viejas de Tarot que han leído el destino de miles de vidas, a mercromina roja, a cloro de piscina y pan tierno. Tiene el color de un atardecer fantasmagórico y el sabor de las cerezas maduras (esas que lo manchan todo).
Está hecho de polvo de hadas, de deseos concedidos y de otros que se fueron por los desagües.
Es un hechizo doméstico a varias voces y un canto a la juventud entre estertores.
Se aconseja guardar en la mesilla de noche para dejarlo gotear en sueños en el cajón más secreto, entre cartas viejas de amor, bragas que nunca usas, bolígrafos gastados, dientes de leche y trozos de diazepam mordidos, junto a las gomitas de pelo, las fotos de carnet del instituto y los cordones umbilicales secos que nos recuerdan que la vida ya nunca será igual.
Es, en definitiva, el recuerdo de una resaca más o menos feliz.
Con su mezcla incisiva de prosa y verso, Chicas bonitas esnifando purpurina nos enfrenta a la pérdida de la fantasía y la ilusión en la vida adulta y el empeño que ponemos en recuperarlas, todo ello con destellos maravillosos de humor. Es un libro que nos invita a las confidencias, y pensado para ser leído en pequeñas dosis, dejándolo reposar en la mesilla de noche después de haber marcado con colores las líneas que mejor reflejan nuestras intimidades y vergüenzas. Más allá de rescatar sueños cumplidos o esfumados, Ana Elena Pena nos despliega un canto a la nostalgia por un tiempo que fue (o eso creemos) feliz.