CUERDA DE PRESAS (EN RÚSTICA)
GARCÍA, JORGE / MARTÍNEZ, FIDEL
RESEÑA.- La clepsidra de la Historia tiene túneles misteriosos por los que se pierde el tiempo y el retrato de la humanidad está fijado en un gigantesco mosaico de teselas idénticas, intercambiables. Como si un demiurgo travieso jugara con el agua que cae para medir las horas, o un impertinente duende enredara inquieto con las pequeñas piedras del puzzle en el que están grabadas todas las épocas, hay historias intemporales que se repiten como contumaces fotogramas de esa película infinita que es la historia del mundo. Tal vez, si se hiciera realidad la máquina ideada por el ingenio literario de H.G. Wells y viajáramos con ella, llegaríamos a la terrible conclusión de que el tiempo no existe. Sería como visitar un enorme museo que sólo albergara un cuadro repetido una y otra vez por un interminable dédalo de amplísimas salas. Cuando un obrero de este siglo, el más débil eslabón de la férrea cadena productiva, es despedido injustamente sin que las leyes le amparen, un doloroso temblor recorre las débiles piernas de algún remoto esclavo egipcio al que un presentimiento extraño le dice, mientras carga una pesada piedra, que abandone toda esperanza en un mundo mejor. Cuando hoy un hombre pega a una mujer, un enorme mapa cárdeno, humillante cartografía de la infamia, aparece por el cuerpo macerado de alguna esclava frigia. Cuando cae una bomba en Iraq, se oyen lejanos lamentos de víctimas ateridas de frío y miedo escondidas en los pliegues incógnitos de ese inexistente tiempo que son las mismas víctimas que gimen de dolor, hambre y pena, en los ominosos campos de concentración de Alemania o Rusia o que reman, extenuadas, en galeras sin fin donde a cada golpe del torvo cómitre se quiebra un tendón para separar algún destrozado músculo del hueso al que estaba unido. Cuando dos jóvenes españoles hacen un libro de historietas sobre las mujeres presas en las cárceles franquistas, Eurípides, en el siglo V antes de Cristo, vuelve a dar voz a Hécuba, la mujer de Príamo, el último rey de Troya: «¡Ay de mí! ¿Cómo no he de llorar sin patria, ni hijos y sin esposo? ( ) Míseras compañeras de los guerreros troyanos, míseras vírgenes y desventuradas esposas, ¡lamentémonos que humea Ilión!». Ilión es España y Hécuba, Andrómaca, Casandra o Polixena son Elisa Vázquez, Luisa Álvarez, Martina San José, Angustias, Pilar o cualquiera de las mujeres que protagonizan las historias de Cuerda de presas, editada por Astiberri en mayo de 2005 y realizada por el dibujante Fidel Martínez (Sevilla, 1979) y el guionista Jorge García (Salamanca, 1975) que son la imagen reflejada en este lado del tiempo del grandioso autor griego.
Los relatos que componen Cuerda de presas recrean la vida de las presas políticas españolas durante los primeros años de la dictadura franquista. Cada historieta transcurre en una cárcel distinta (de Les Corts en Barcelona a la prisión de Ventas en Madrid, pasando por muchas otras), componiendo así un mosaico que denuncia las atrocidades de la represión en la posguerra. Inmersas en esa atmósfera asfixiante, las mujeres son el protagonista, y el dolor y la rabia los únicos sentimientos permitidos. A lo largo de estas once historias, y pese a todas las imposiciones imaginables, las presas recobran una a una las palabras que importan: las del afecto, la amistad y la solidaridad.
El dibujante Fidel Martínez (Sevilla, 1979) y el guionista Jorge García (Salamanca, 1975) apuestan por una reconstrucción decididamente expresionista de una época y un sufrimiento olvidados, tratando de devolver a aquellos miles de prisioneras la voz que, en aquel momento, sus verdugos quisieron robarles. Con este álbum, a su vez, la historieta española repara una deuda histórica y, al mismo tiempo, rememora las aristas más dolorosas de un pasado poblado por hambrientos, presos y muertos.
"Magistral recreación de una época dolorosa, los primeros años de la posguerra española, y de un colectivo siempre olvidado en los relatos de entonces, las presas políticas. Excelente". Ramón Pérez. Diario de la Axarquía
"11 relatos duros, tristes, sin concesiones, que a modo de frías instantáneas sacuden nuestras conciencias, ofreciendo un retrato honesto y valiente de la ruindad humana. Hay que leerlo". Juan I. Rando. La Opinión de Málaga