DE LA IDENTIDAD A LA INDEPENDENCIA: LA NUEVA TRANSICIÓN
RUBERT DE VENTÓS, XAVIER
Estaban cansados de reivindicar una identidad que hacía de ellos un «caso» un espécimen interesante o irritante, según los casos y decidieron reclamar sólo la independencia. Así ocurrió a principios del siglo xxi con las mujeres, los salvajes y aquellos países políticamente pobres, como los bautiza el autor, de que trata este libro. Convencidos de que la identidad pura y dura es cosa de fundamentalistas, sostuvieron, por ejemplo, que «hay muchas maneras de ser catalán o vasco: tantas, cuando menos, como maneras de ser filósofo, homosexual o cristiano». Y en lugar de enzarzarse en una lucha mimética por una teórica soberanía, optaron por reclamar su libre y civil interdependencia en un mundo plural: sin el peaje ya de unos Estados en trance de reconversión, es decir, cada vez más nacionales, identitarios y nostálgicos. «Dejemos que sean ellos los nacionalistas, se dijeron. Démosles la esencia a cambio de la independencia.» ¿Es ésta una propuesta meramente retórica o simplemente insensata? Pasqual Maragall escribe en el prólogo: «Su fórmula (la interdependencia para una verdadera independencia nacional) es histórica e ideológicamente robusta, y resulta difícilmente atacable, aunque no fácilmente imaginable. Me atrevo a proponer a todo soberanista puro, tanto de la nación española como de la catalana, y también a todo federalista, que pase, que pasemos, la prueba de refutar a Rubert... si pueden, ...si podemos.»
Estaban cansados de reivindicar una identidad que hacía de ellos un «caso» un espécimen interesante o irritante, según los casos y decidieron reclamar sólo la independencia. Así ocurrió a principios del siglo xxi con las mujeres, los salvajes y aquellos países políticamente pobres, como los bautiza el autor, de que trata este libro. Convencidos de que la identidad pura y dura es cosa de fundamentalistas, sostuvieron, por ejemplo, que «hay muchas maneras de ser catalán o vasco: tantas, cuando menos, como maneras de ser filósofo, homosexual o cristiano». Y en lugar de enzarzarse en una lucha mimética por una teórica soberanía, optaron por reclamar su libre y civil interdependencia en un mundo plural: sin el peaje ya de unos Estados en trance de reconversión, es decir, cada vez más nacionales, identitarios y nostálgicos. «Dejemos que sean ellos los nacionalistas, se dijeron. Démosles la esencia a cambio de la independencia.» ¿Es ésta una propuesta meramente retórica o simplemente insensata? Pasqual Maragall escribe en el prólogo: «Su fórmula (la interdependencia para una verdadera independencia nacional) es histórica e ideológicamente robusta, y resulta difícilmente atacable, aunque no fácilmente imaginable. Me atrevo a proponer a todo soberanista puro, tanto de la nación española como de la catalana, y también a todo federalista, que pase, que pasemos, la prueba de refutar a Rubert... si pueden, ...si podemos.»