EL CEMENTERIO DE LA FAMILIA PIS
ENTRIALGO IBARRONDO, MAURO
Yo soy uno de esos. De los que, en mitad de una conversación, saca la libreta y apunta una idea o una frase o una historia, e incluso pide más detalles a quien la estaba contando. Es un momento extraño, ese en el que decides que algo se tiene que apuntar. La gente que te rodea de pronto piensa que ese segundo ha sido particularmente especial. Mauro empieza una libreta y no la suelta hasta que la termina. Zapea entre sus páginas, vuelve para dibujar algo tres hojas atrás, pero la completa, y asigna a los volúmenes un severo orden cronológico. Esa capacidad para sistematizar se me escapa. Y te asombras el doble cuando le preguntas por aquella otra libreta que le viste con decenas de pegatinas y envoltorios y códigos de compra, y Mauro te dice que, no, hombre, que esa es otra colección de libretas. Que mantiene, como aquel que dice, cada caos en su lugar. Asomarse a las libretas de Mauro es como un curso críptico para ser un gran cazador.