EL VÉRTIGO DE LAS LISTAS
ECO, UMBERTO
Está bien. Lo reconozco. Me gusta Umberto Eco. Me gustan (casi) todas sus novelas y me gustan sus ensayos. Y, como algunos ya saben, me gustan los libros de arte. Así que, si la lógica no me falla, es evidente que El vértigo de las listas va a gustarme. Una reflexión artística que Umberto Eco ha desarrollado (a su manera, por supuesto) en estrecha colaboración con el Museo del Louvre, que desde este mes de Noviembre y hasta febrero de 2010 le dedica una serie de conferencias y actividades.
Y la cosa va, más o menos, sobre listas. Listas de cosas, enumeraciones de lugares, personas y objetos, y cómo estas listas han obsesionado a los hombres desde el comienzo de la historia prácticamente. Desde listas de reyes a las plantas medicinales, pasando por ángeles y demonios. La obsesión del hombre por clasificar, por tenerlo todo bajo control, desde la aguda mirada de Eco.
El que lea mis novelas verá que en ellas abundan las listas, y los orígenes de esta predilección son dos, ambos se remontan a mis estudios juveniles: algunos textos medievales y muchos textos de Joyce (no hay que olvidar la influencia de los ritos y textos medievales en la formación del joven Joyce). Ahora bien, entre las letanías y la lista de cosas que contiene el cajón de la cocina de Leopold Bloom en el penúltimo capítulo del Ulises transcurren muchos siglos, como transcurren también entre las listas medievales y el modelo de lista por excelencia, es decir, el catálogo de las naves de la Iliada de Homero, de la que parte este libro
El vértigo de las listas
Al igual que anteriores libros de Eco, Historia de la belleza e Historia de la fealdad, el libro se construye con numerosas reproducciones de obras de arte, en torno a las cuales Eco va hilvanando su propia reflexión. De Homero a Joyce, de las catedrales góticas a los paisajes de El Bosco, Umberto Eco nos ofrece un viaje reflexivo por la historia de la cultura occidental.
Umberto Eco no necesita presentación. Sus novelas más famosas, El nombre de la rosa o El péndulo de Foucault, son de sobra conocidas, pero sus ensayos tampoco se quedan atrás. Con una personalidad arrolladora y un espíritu crítico y reflexivo, prácticamente todo lo que escribe se convierte en un clásico.
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Una joya en la que el maestro Eco nos lleva de la mano en un paseo por la historia del arte y la literatura de Occidente.En la Ilíada aparecen dos modos de representación. El primero lo encontramos en la descripción que hace Homero del escudo de Aquiles: se trata de una forma completa y cerrada, en la que Vulcano representó todo lo que él sabía y nosotros, sus guerras y sus costumbres. El otro modo se manifiesta cuando el poeta es incapaz de decir cuántos y quiénes eran todos los guerreros aqueos; pide ayuda a las musas, pero ha de limitarse al llamado «catálogo de las naves», que concluye con un «etcétera».Este segundo modo de representación es la lista o elenco. Hay listas que tienen fines prácticos y son finitas, como la lista de todos los libros de una biblioteca; hay otras, en cambio, que pretenden sugerir grandezas innumerables y que nos transmiten el vértigo del infinito. Como muestra este libro y la antología que contiene, la historia de la literatura de todos los tiempos -de Hesíodo a Joyce, de Ezequiel a Gadda- es infinitamente rica en listas. A menudo son simples elencos escritos por el mero placer de la enumeración, la eufonía del catálogo o incluso por el afán de reunir elementos entre los que no existe ninguna relación específica, como en las llamadas enumeraciones caóticas.Este libro pretende algo más que estudiar una forma literaria escasamente analizada; quiere mostrar cómo las artes figurativas son capaces de sugerir elencos, incluso cuando la representación pictórica parece estar rigurosamente limitada por el marco. Así, El vértigo de las listas se convierte en un viaje hacia el infinito de la mano de uno de los intelectuales más apreciados de nuestro tiempo.