JOHN WAYNE PARTE 1: EL VAQUERO QUE CONQUISTÓ HOLLYWOOD
TEJERO, JUAN
En John Wayne había algo que atraía por igual a amigos y enemigos. Era un hombre gigantesco, poderoso y tremendo; tenía una parte de Daniel Boone, otra de Davy Crockett, y una esencia íntegramente americana. Era Ringo Kid, era el sargento John M. Stryker, el capitán Nathan Brittles, Sean Thornton, Ethan Edwards, Hondo Lane, el capitán Kirby York y Tom Doniphon. Con los años perdió la apostura desafiante de la juventud. Se le cayó el pelo, engordó, su cara se llenó de arrugas. Pero los cambios, sorprendentemente, aumentaron su atractivo. Su nuevo rostro parecía tallado en el Monte Rushmore, como si hubiera estado allí desde siempre. Se convirtió, más que ningún otro personaje de su siglo, en el símbolo de Estados Unidos.
Pero ¿de qué están hechos los héroes? Duke no era más que un actor. Nunca guerreó contra los indios en el Lejano Oeste ni acribilló a forajidos mexicanos ni diezmó las filas del enemigo japonés. Vivió casi toda su vida en Glendale, Los Ángeles, Encino y Newport Beach. Nunca fue militar. Entonces, ¿por qué evoca su figura sensaciones tan eternas y poderosas? ¿Por qué se han acuñado medallas con su imagen, bautizado escuelas y aeropuertos con su nombre? ¿Por qué los televidentes siguen encontrándose con sus películas todas las noches?.
A esas preguntas, y a otras muchas, intenta responder el autor. En esta primera parte, Juan Tejero disecciona la vida real del mito, describiendo una personalidad compleja, tan marcada por la fragilidad y la inseguridad como por la fuerza y el coraje. También aclara algunos puntos relativos a la aportación de Ford a la carrera de Duke, revela la verdadera razón que le impidió alistarse en el Ejército y derriba algunos otros de los mitos que rodean una vida que no necesita embellecimientos.
Fiel al alcohol, al tabaco y, sobre todo, a sus amigos, nunca fue un buen marido. Abandonó a tres esposas y se negó a casarse con la última mujer de su vida. El suyo era un mundo de hombres, en el que las mujeres apenas tenían sitio y las energías se dedicaban al trabajo y a un círculo íntimo de amigos varones. Luego, en la pantalla, en todas sus películas, en todos sus personajes, Wayne encarnó a John Wayne, una imagen que él mismo construyó a su medida: el tipo duro, áspero e inadaptado, entregado a la defensa de los valores tradicionales de la frontera... y de su país.