LA DANZA DE LA MUERTE (EDICIÓN TRILINGÜE)
SEGUIDO DE UN TEXTO DE JOHN RUSKIN Y DEL CÓDICE DEL ESCORIAL
HOLBEIN, HANS
Cuando en torno a 1523 Hans Holbein el Joven emprendió en Basilea la realización de los dibujos que habrían de servir de base a una serie de grabados sobre la Totentanz, la Danza de la Muerte, estaba dando su forma más acabada (y la más difundida posteriormente) a un tema que tenía tan sólo algo más de dos siglos de vida pero que, pese a lo novedoso de su irrupción, había gozado de singular atención en el convulso clima cultural y religioso de los siglos bajomedievales. En efecto, la presencia de este tema en la cultura religiosa, literaria e iconográfica europea es un hecho sorprendentemente reciente, ya que no hay indicios de él en toda la tradición cristiana al menos hasta finales del siglo XIII, aunque sus principales desarrollos habría de conocerlos en el siglo XIV -en el contexto de las grandes epidemias, la Peste Negra, las guerras y la crisis generalizada que caracterizan a la segunda mitad de esa centuria- y sobre todo en el XV, para insertarse después, pero ya con importantes cambios de los que la obra de Holbein constituye un hito, en el debate humanista del siglo XVI. La Danza de la Muerte, en sus distintas variantes, fue así una de las formas novedosas que asumió por entonces la secular reflexión cristiana sobre la muerte, volcada hasta ese final del Medioevo casi únicamente en los moldes teológicos de la Resurrección de los muertos y el Juicio Final, y rechazando de plano cualquier posibilidad de autonomía a la presencia cotidiana de la Muerte en el mundo terreno y al correlativo desarrollo temático de sus relaciones con los vivos.
Cuando en torno a 1523 Hans Holbein el Joven emprendió en Basilea la realización de los dibujos que habrían de servir de base a una serie de grabados sobre la Totentanz, la Danza de la Muerte, estaba dando su forma más acabada (y la más difundida posteriormente) a un tema que tenía tan sólo algo más de dos siglos de vida pero que, pese a lo novedoso de su irrupción, había gozado de singular atención en el convulso clima cultural y religioso de los siglos bajomedievales.