MUJERES PIRATAS
VÁZQUEZ CHAMORRO, GERMÁN
Entre todas las mujeres piratas, la más famosa fue, quizás, Anne Bonny, una atractiva y díscola pelirroja, nacida en Kinsale, condado de Cork, en Irlanda, hija ilegítima del prestigioso abogado William Cormac, que se enamoró de la doncella de su mujer y, cuando la joven le anunció que iba a ser papá, temeroso de la furia de su mujer, huyó con ella hacia América para ver cómo evitar las represalias de una irlandesa enardecida por haber sido engañada. El producto de la unión con la doncella, se llamó Anne.
Como sea, la bella Anne nació con el carácter levantisco de su madre y una de sus primeras tropelías fue degollar en uno de esos días de nervios, a la profesora particular que le había puesto su padre para adecentarla un poco y hacerla casadera.
Anne comenzó su carrera como pirata luego de enamorarse de Calico Jack (Juanito el Horteras o, en español no tan castizo, Juanito el Tarado), y después que éste la dejara embarazada. Porque la pelirroja Anne tenía mal genio, puede ser, pero en cuestiones del amor, era tan fogosa como la que más.
Desde el principio de los tiempos, siempre hubo mujeres que vivieron del robo marino. Los anales de la piratería van del mar Mediterráneo al de la China y de la antigüedad a los albores del siglo XXI, y en ellos figuran escritos con letras de oro decenas y decenas de nombres femeninos. La lista es interminable. Comienza con Artemisa de Halicarnaso, la reina corsaria que pudo cambiar el rumbo de la historia y finaliza con las piratas sin nombre que hoy en día siguen practicando el viejo oficio de la piratería. Entre la una y las otras, muchos nombres: Alvida, Teuta, Juana, Ana, Wanda, Cheng i Sao, Laskarina, Raquel, Dido...