NAT Y EL SECRETO DE ELEONORA
ANIK LE RAY
Libros como Enamorados, Princesas olvidadas y desconocidas o Cyrano han hecho que Rébecca Dautremer, su ilustradora, cuente ya con un número nada desdeñable de fans. Y no es de extrañar: sus dibujos son tan espléndidos que embaucan. En ellos, Rébecca juega con maestría con los tonos oscuros y una amplia gama de rojos, naranjas y granates; del mismo modo que con la luz y las sombras. Es también una experta a la hora de representar amplios escenarios, con la complejidad de la perspectiva que eso implica, utilizando además en muchos casos puntos de vista poco recurrentes. ¿El resultado? Láminas preciosas, atrayentes y tiernas en su mayoría. Así son las páginas de su nueva obra, Nat y el secreto de Eleonora: una verdadera delicia.
Pero no sólo las imágenes son buenas en el libro: el texto de Anik Le Ray (que ocupa mucho menos espacio) y el relato que trae consigo saben estar a la altura. La que se cuenta aquí es en realidad una historia muy bonita, que logra mostrar de una manera original lo mejor de los libros, la lectura y la amistad, dando alas a su vez a la imaginación de los lectores, ya no tan pequeños.
El relato empieza con la llegada de Natanael y su familia a Kérity, en Bretaña, la casa de su abuela Eleonora. Como cada año, allí esperan pasar las vacaciones de verano con ella. Pero esta vez encuentran el lugar vacío, sus puertas y ventanas cerradas. Eleonora ha muerto y la casa parece abandonada. Aún así, antes de irse, ella dejó escritas en una carta sus últimas voluntades. Leyéndola descubren qué es lo que les ha dejado en herencia: Kérity a la familia, la muñeca rusa del salón a Angélica (la hermana de Nat) y, aquí lo más importante, la llave de la "puerta prohibida" a Natanael.