PALMERAS SOLITARIAS
RAMÓN EDER
Sus ironías no renuncian jamás a la efervescencia, pero tampoco al fervor. Hay un contentamiento del mundo que es a la vez conocimiento, y viceversa. Son muchos los méritos de esta obra, y los he ido enumerando en otros lugares, pero mi subconsciente cayó en el más asombroso: la felicidad y la hondura conviven indisolublemente aquí. Enrique García-Máiquez