REFLEXIONES SOBRE SIGNOS Y CARACTERES
ADRIAN FRUTIGER
Los indicadores del metro de París, la señalización del aeropuerto Charles de Gaulle y los rótulos de las autopistas suizas son algunos de los lugares donde Adrian Frutiger, el gran diseñador tipográfico de nuestro tiempo, ha dejado su huella.
En este libro, Adrian Frutiger examina el origen de los signos y la escritura, desde los primeros símbolos hallados en las cuevas prehistóricas o en tabletas de barro, pasando por la caligrafía medieval o la invención de los tipos móviles, hasta llegar a la aparición de las modernas tipografías de palo seco, como la Univers, la Helvetica, la Gill Sans y la Frutiger. Asimismo, muestra la significación que grandes diseñadores del siglo xx han tenido en esta revolución y en su propia obra -Emil Ruder, Rudolf Hostettler, Hermann Zapf, y sus dos maestros, Walter Käch y Alfred Willimann- y descubre aspectos internos de su trabajo, sus ideas sobre la legibilidad de una tipografía y el proceso de creación de los signos.
Las manos, esos instrumentos a los que el ser humano debe su evolución, constituyen también un tema central en esta obra. A ellas dedica Adrian Frutiger la segunda parte del libro, que se convierte en el testimonio de un artesano que durante toda su vida profesional ha trabajado con plena conciencia de sus dos manos.
Los indicadores del metro de París, la señalización del aeropuerto Charles de Gaulle y los rótulos de las autopistas suizas son algunos de los lugares donde Adrian Frutiger, el gran diseñador tipográfico de nuestro tiempo, ha dejado su huella.
En este libro, Adrian Frutiger examina el origen de los signos y la escritura, desde los primeros símbolos hallados en las cuevas prehistóricas o en tabletas de barro, pasando por la caligrafía medieval o la invención de los tipos móviles, hasta llegar a la aparición de las modernas tipografías de palo seco, como la Univers, la Helvetica, la Gill Sans y la Frutiger. Asimismo, muestra la significación que grandes diseñadores del siglo xx han tenido en esta revolución y en su propia obra -Emil Ruder, Rudolf Hostettler, Hermann Zapf, y sus dos maestros, Walter Käch y Alfred Willimann- y descubre aspectos internos de su trabajo, sus ideas sobre la legibilidad de una tipografía y el proceso de creación de los signos.
Las manos, esos instrumentos a los que el ser humano debe su evolución, constituyen también un tema central en esta obra. A ellas dedica Adrian Frutiger la segunda parte del libro, que se convierte en el testimonio de un artesano que durante toda su vida profesional ha trabajado con plena conciencia de sus dos manos.