UNA SOLA MUERTE NUMEROSA
NORA STREJILEVICH
Esta es la crónica de esa transfiguración, un relato fragmentado que narra la experiencia y su recuerdo, la herida y su cicatriz. Es un libro sobre el dolor inmediato de la tortura, del secuestro, de la reclusión y sobre el dolor prolongado de la desaparición y muerte de seres queridos, del exilio, del olvido y de la impunidad.
Las frases anteriores han sido extraídas del prólogo que Edurne Portela ha escrito como apertura a esta obra. Testimonio de la experiencia de Nora Strejilevich, así como la de muchos de sus contemporáneos, a los que presta la voz que estos perdieron. Mediante una práctica narrativa que le permite hablar de lo indecible, propone una alternativa a la exposición del horror. Un testimonio literario con una intención artística donde el lenguaje se fuerza y retuerce para pronunciar el sentimiento y el dolor.
Una mirada múltiple que compone la «sola» muerte con lo numeroso, lo personal con lo colectivo. Obra polifónica donde se escuchan la voz de la autora, otras voces, testimonios, cartas, relatos, poemas, discursos interiores
con amplio dominio de los recursos de la lengua y la literatura.
Junto a la multiplicidad de voces encontramos multiplicidad de «tiempos». Momentos de la vida que no aparecen en el orden en que sucedieron. Destellos de la niñez mediante estrofas de canciones infantiles: A la lata al latero a la chica del chocolatero / a la A / a la A/ Mariquita no sabe hablar / a la E / a la E / Mariquita no sabe leer
; experiencias juveniles; luego, como adultos, con la expresión de convicciones y militancias.
La autora, espectadora de aquellos tiempos, deviene en protagonista: el secuestro, la tortura, el exilio, la búsqueda interminable del desaparecido. Es una protagonista «presente» que contrasta con el protagonista «ausente», su hermano Gerardo «desaparecido» poco antes de la detención de Nora Strejilevich.
El objetivo de la dictadura fue acabar con los denominados subversivos, es decir, con los Montoneros y otras fuerzas revolucionarias; pero llegó más lejos, Videla declaró a la prensa «el terrorista no solo es considerado tal por matar con un arma o colocar una bomba, sino también por activar a través de ideas contrarias a nuestra civilización a otras personas.» Se trató de exterminar y, al mismo tiempo, borrar las huellas de la masacre, para negarla y para afirmar que nunca existió lo que había existido. Valga como muestra la cínica declaración, también de Videla, en 1979: «Le diré que frente al desaparecido en tanto este como tal, es una incógnita, mientras sea desaparecido no puede tener tratamiento especial, porque no tiene entidad. No está muerto ni vivo... está desaparecido.»